De manera constante, en reuniones y charlas con diversos públicos de mujeres, se repiten las preguntas, ¿cómo equilibrar la vida personal y profesional?, ¿cómo ser madre, esposa, crecer en tu carrera, viajar?
La idea general, en términos de un mundo perfecto, es que siempre todo toma un tiempo de sufrimiento, el cual se puede reducir o incrementar dependiendo de la propia exigencia de perfección que cada uno tenga. La edad y sobre todo la madurez ayuda mucho para tener esa reflexión, sabiendo que como seres humanos es imposible lograr la perfección en todo, es por ello por lo que existe la frase “sí, se me caen muchos platos, ¡está bien!; la cual quiere decir que no podemos tener control de todo y que eso está bien, es parte de la vida; lo importante es reconocerlo y con ello evitar que la desesperación o agobio de cosas que no están en nuestras manos nos invada.
¡Aceptar nuestra vulnerabilidad nos hace más felices!
Diversos estudios demuestran que las mujeres, especialmente las mayores de 40 años, enfrentan una carga de trabajo importante, conjugando lo profesional con lo personal. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, el estrés crónico afecta al 25% de las mujeres trabajadoras, y este número no sólo refleja la intensidad de las exigencias diarias, sino que también resalta una realidad importante, “los límites humanos tienen un punto de ruptura y el mío está muy cerca”.
El género no es el culpable, pero es una realidad que la sobrecarga de trabajo es más pronunciada entre las mujeres y es aún peor cuando se analiza la raza y la clase social. Según un estudio del Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas (IPEA), las mujeres de raza negra son las que más sufren la doble jornada, que comprende responsabilidades profesionales y domésticas. Esta realidad no sólo expone la persistencia de las desigualdad racial y socioeconómica, sino que también refuerza la urgencia de abordar estas cuestiones con seriedad y compromiso.
Esta es la razón por la que escribo este texto, para que comprendamos lo que podemos hacer para cuidarnos unas a otras. Quiero reforzar el concepto “Mujeres que derriban platos”, en donde la idea no es glorificar la caída, sino más bien, humanizar su inevitabilidad. Dejar caer no es fallar, es reconocer que somos humanos y que necesitamos espacio para respirar y vivir bien. Más que eso, es fundamental que reconozcamos las señales de nuestro cuerpo y mente que nos piden un descanso. La salud de las mujeres a menudo pasa a un segundo plano, pero es vital prestar atención a nuestras necesidades.
¿Cuántas veces has descuidado tu salud mientras cuidabas a tu hijo o a cualquier otra persona bajo tu responsabilidad?
Las cartillas de vacunación de nuestros bebés están al día y eso que muchas veces ni siquiera sabemos en dónde están físicamente, eso habla del gran compromiso que como madres tenemos con nuestras hijas e hijos para que su salud este en perfectas condiciones.
Al compartir estas reflexiones, quiero que las personas se sientan animadas a priorizar su bienestar y aceptar que a veces los platos caerán y deben caer, eso no dice quién eres; al contrario, muestra tu capacidad para reconocer y respetar tus propios límites. Así que la próxima vez que te sientas abrumada o abrumado, recuerda lo siguiente:
Priscilla Castro Cotti Gonçalves
HR Vice President de Adecco Group Latam